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EL TECLADO | Derechos Humanos  Miercoles 29 de Agosto del 2018 - 21:44 hs.                3796
  Derechos Humanos   29.08.2018 - 21:44   
[DERECHOS HUMANOS] CCD BRIGADA DE SAN JUSTO
Declararon las hermanas Lavalle Lemos: “Me arrebataron la posibilidad de mi vida con mis padres”, dijo María
María Lavalle Lemos y su hermana María José dieron testimonio de la tragedia familiar vivida a manos de la dictadura. Secuestro y desaparición, apropiación y reencuentro, contado en primera persona por las víctimas.
Declararon las hermanas Lavalle Lemos: “Me arrebataron la posibilidad de mi vida con mis padres”, dijo María

En la audiencia de hoy del juicio oral por los crímenes cometidos en la Brigada de Investigaciones de San Justo durante la última dictadura militar, comenzaron las declaraciones testimoniales. Se juzgan a 19 imputados por el secuestro y torturas de 84 personas, de las cuales 28 permanecen desaparecidas. El debate está cargo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La Plata, integrado por los jueces Germán Castelli, Pablo Vega y Alejandro Esmoris, y se lleva adelante en la sala de audiencias del primer piso de los tribunales federales platenses en 8 y 50.

Uno de los casos que se expuso hoy fue la historia de la familia Lavalle Lemos. Hoy dieron testimonio las hijas sobrevivientes. María Lavalle Lemos, que fue secuestrada junto a sus padres Gustavo Lavalle y Mónica Lemos, cuando tenía sólo 1 año y 3meses de edad y estuvo ilegalmente detenida en la Brigada por una semana. Luego fue el turno de María José Lavalle Lemos, que nació durante el cautiverio de su madre, fue apropiada por una cabo de la policía bonaerense y recuperada por la asociación Abuelas de Plaza de mato en 1987.

[EL SECUESTRO]

La familia vivía en una casita de José C. Paz a dónde se habían mudado en 1975 cuando se casaron. Gustavo Lavalle había sido Boy Scout de la Iglesia de Lourdes de Santos Lugares. Se acercó al peronismo y más tarde ingresó a Montoneros. Le decían “José” o “Fierrito”. Aunque para fines de 1975 ya no estaban activos dentro de la organización. Mónica Lemos era geóloga, y tras haber participado de la política universitaria, ingresó a trabajar a una fábrica textil donde fue delegada gremial lo que le costó el puesto cuando estaba embarazada de su primera hija, María, que nació el 12 de abril de 1976.
 

Muchos años después las hermanas Lavalle Lemos pudieron reconstruir la vida familiar allí a través de los testimonios de los vecinos que los recordaban con mucho amor. “Era una casa de puertas abiertas, trabajaban mucho en el barrio con la comunidad. Allí estaba mi vida, con mis padres, en ese barrio y con esa gente hasta que la noche del 20 al 21 de julio de 1977 esa vida ya no fue posible a partir de nuestro secuestro”, relató María Lavalle, hoy con 42 años. Desde hace un tiempo, y por pedido de los vecinos y del gremio de maestros, la calle en la que vivió en su primerísima infancia con sus padres ya no es más la 18 de octubre sino que ahora se llama “Mónica y Gustavo”.

En la madrugada del jueves 21 de julio de 1977 se produjo un operativo en la casa familiar con gran despliegue, lo que generó la curiosidad de los vecinos que observaron todo desde sus casas. Primero pensaron que era un robo ero luego vieron un camión del ejército y gente vestida con ropa de fajina y también de civil. De allí se llevan a la familia, todos en ropa de cama ya que los sorprendieron durmiendo. Gustavo salió con la pequeña María de un año y tres meses, y Mónica, embarazada de 8 meses, con el moisés de la nena.

[María José Lavalle Lemos - Foto: El Teclado]

Los llevaron a la Brigada de Investigaciones de San Justo. Ese domingo el abuelo Francisco Lavalle fue a verlos como hacía siempre y se encontró con la casa deshabitada, todo roto, el taller de cuero que funcionaba en el fondo saqueado, y realizó la denuncia. Al día siguiente presentó un Habeas Corpus por los cuatro (incluida la beba que Mónica llevaba en el vientre).

[MARÍA]

A los días se produce una llamada telefónica al abuelo Lavalle, en la que le dan una dirección para que busque a su nieta. Era la casa vecina de los abuelos maternos, quienes se habían mudado recientemente, en la localidad de Haedo. A la niña la dejaron a la noche en su moisés toda sucia y con mucho hambre. María estaba en estado de shock, con la mirada perdida, no reconocía la casa de los abuelos ni a sus familiares. Poco a poco empezó a conectar pero le quedaron temores durante mucho tiempo. Ante los jueces María contó que “Los primeros años fueron difíciles. Poder elaborar que estuve detenida con mis padres. Al principio expresaba lo traumático vivido a través de síntomas. Tenía miedos muy concretos a determinados objetos”. La niña le tenía pánico a las gorras, los uniformes, las sirenas. Muchas noches se despertaba aterrorizada por pesadillas, muchas veces convulsionando. Había convivido con el horror, dentro de un centro clandestino, por una semana y eso la marcó para siempre.

“Sentir que el vínculo que yo tenia con mis padres quedó profundamente dañado a partir del secuestro y de estar cautiva junto con ellos en esas condiciones. Eso es irreparable. Me arrebataron la posibilidad de mi vida familiar con ellos”

Por el testimonio de sobrevivientes pudo reconstruirse que Mónica, Gustavo y la pequeña María permanecieron detenidos en la Brigada de Investigaciones de San Justo. Luego de dejar a la nena con los abuelos, la pareja fue llevada al CCD "Pozo de Banfield", donde funcionaba una maternidad clandestina. Allí nació María José, su segunda hija, a principios de septiembre de 1977. Liliana Zambano estuvo detenida desaparecida allí y les contó que compartió cautiverio con Gustavo. “Un día él le contó con mucha alegría que había nacido la beba, el parto fue alrededor el 2 de septiembre de 1977 y que creía que los iban a blanquear y que a la mi hermana la iban a llevar con los abuelos como sucedió conmigo”, relató María. Nada de esto sucedió. Gustavo y Mónica continúan desaparecidos y la beba fue apropiada por una policía de la Brigada de San Justo.
 

“Sentir que el vínculo que yo tenia con mis padres quedó profundamente dañado a partir del secuestro y de estar cautiva junto con ellos en esas condiciones. Eso es irreparable. Me arrebataron la posibilidad de mi vida familiar con ellos”, relató María con la voz entrecortada y luego agregó que “Hubo muchos años de impunidad, la idea de que quienes cometieron estas atrocidades  con mi mamá embarazada, conmigo, estuvieran caminando por la calle y me los pudiera cruzar en cualquier momento. Esa sensación de impunidad en mi adolescencia y juventud es algo muy desestabilizador. Pero el encuentro con otros que pasaron lo mismo fue parte de la sanación. La lucha colectiva por la memoria”, reflexionó la joven psicóloga.

[MARÍA JOSÉ]

La sargento de la policía Teresa Isabel González prestaba funciones en la Brigada de San Justo. Cuando llevan a la familia allí, en un primer momento piensa en “quedarse” con María de poco más de un año. Aparentemente un colega le habría dicho: “Esperá a que nazca el otro. Ésta tiene documento y la van a buscar. Al otro recién nacido no”. Así decidió la suerte de las hermanas y se apropió de María José.

La apropiadora se mudaba mucho de casa y era muy “bocona”. La impunidad reinante la hacía sentir intocable. Esto hacía que les comentara a los vecinos y en las escuelas que la nena era de “hija de subversivos”. Alardeaba con las cosas que había hecho y con las cosas con las que se había quedado. Incluida la niña. Tanto fue así que le dio una entrevista a una periodista de la revista estadounidense LIFE y allí contó que estuvo en el parto de Mónica que llevó adelante el médico de la policía Jorge Héctor Vidal (imputado en el juicio) y que ni bien la beba nació se la puso contra su cuerpo para que sintiera su olor y no el de la madre que la parió en cautiverio. María José recuerda a Vidal como amigo y médico de la familia apropiadora.

[Juez Pablo Vega - Foto: El Teclado]

Ya para 1985 Abuelas de Plaza de Mayo comenzó a recibir denuncias acerca de una sargento de la policía bonaerense que prestaba servicios en la Brigada de Investigaciones de San Justo, Teresa González, quien junto a su esposo, Nelson Rubén, tenían una niña inscripta como hija propia. La pareja apropiadora se mudó a Mar del Plata huyendo de las denuncias. Pero a la sede de Abuelas de la ciudad balnearia también llegaron denuncias. Es que Teresa no podía contener la verborragia.

En 1986 se inició una causa penal en el Juzgado Federal de Morón que siguió su curso hasta que, finalmente, el juez ordenó el allanamiento y la pericia genética.

María José contó que hace unos años participó de una inspección ocular en la Brigada y pudo reconocer el lugar a donde su apropiadora la llevaba de pequeña. “Fue muy impresionante y muy duro pensar que yo iba ahí de chiquita porque era su lugar de trabajo, que jugaba a las escondidas y ahí habían estado mis papás y mi hermana y que mi apropiadora había sido parte de eso”, relató la joven.

Además María José aportó el dato de que cuando tuvieron acceso a los legajos de la DIPPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) de todo el grupo familiar, en el suyo había una inscripción que decía “CONFIDENCIAL: Cuidado! La gorda Teresa se quebró, a ver que pueda decir!”.

[EL REENCUENTRO]

Los días previos a la restitución Teresa estaba muy perseguida y se fueron unos días a una quinta en las afueras de Mar del Plata. Personal del juzgado los ubicaron y los trasladaron. Allí le explicaron a María José, de 10 años, que ellos no eran sus padres y que su verdadera familia la estaba buscando. Y que tenía una hermana apenas más grande que ella. Fue un shock para la niña. Estuvo unos días con personal del juzgado antes de que la llevaran a Buenos Aires para el reencuentro. Fue allí que María José le dijo al Juez: “Yo siempre pensé que tenía una hermana mayor”. Al llegar se encontró con una gran familia que la esperaba: abuelos, tíos y su hermana.

El 30 de octubre de 1987 se obtuvieron los resultados que confirmaron que la niña era hija de Mónica y Gustavo. María José fue restituida a su familia y vivió desde entonces con su hermana y su abuela materna, Haydé Vallino de Lemos, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. María José contó que “Al principio me sentía extraña. Con el paso del tiempo me empecé a sentir a gusto y luego fue como si siempre hubiese estado con ellos, como si nunca nos hubiesen separado”.


[Guadalupe Godoy, una de las querellantes - Foto: El Teclado]

Pero también reconoció que el tiempo que no tuvieron juntos no lo recupera más. “Fueron 10 años que no te quedaste con tu familia, que te criaste con gente extraña y que era gente que había dañado a tu propia familia. Tuve suerte de que las Abuelas me hayan encontrado de chica porque pude terminar de criarme con mi verdadera familia y junto con mi hermana pudimos reconstruir la historia de nuestra familia de lo que fue la historia del país”, contó entre lágrimas María José. Fueron años en los que la familia la buscó sin descanso y ella tuvo que convivir con la violencia y la agresión de Teresa. “Lo era hasta conmigo. Me imagino como habrá sido en la Brigada. Me cierra todo”.

Los apropiadores fueron juzgados y recibieron la pena mínima de 3 años y medio de prisión en suspenso. No pasaron ni un día en la cárcel.

[MARIO ALBERTO LEMOS]

También las hermanas hablaron de su tío que fue secuestrado el 4 de agosto de ese mismo año. Mario trabajaba como artesano en un taller de cueros en Liniers. De allí se lo llevan junto a dos amigos. Cuando lo secuestran, Mario dice que no los conoce, que eran clientes y de esa manera los salva. Los llevan a los tres hasta la Brigada de Investigaciones de San Justo. A los dos amigos los dejan en una camioneta y a Mario lo bajan y lo llevan a tortura. Ellos lo escuchan todo y creen que falleció en ese mismo momento. Además escuchan que alguien dice “ya terminamos con la banda de “Fierrito”, que era el apodo de Gustavo Lavalle. Horas más tarde fueron liberados.

Mario tenía dos puestos en ferias en las plazas Francia e Italia de la ciudad de Buenos Aires. Junto con otros compañeros fundaron el primer sindicato de artesanos. Mario continúa desaparecido.

María y María José Lavalle Lemos solicitaron al Tribunal que subsane el error en la instrucción de este juicio que hizo que el caso de María quede separado del que juzga la desaparición de sus padres. “Llegar hasta acá en estas condiciones, donde a la mayoría de los imputados se los investiga sólo por mi caso y no el de mis padres y mi hermana, para mi es otro daño. Es otra vez que me separan de mis padres”, le expresó María a los integrantes del tribunal. “Pido que se rectifique lo más pronto posible. Sé que pudieron solucionarlo y decidieron no hacerlo”, agregó.
 

A su tiempo, María José también realizó un pedido similar. “Es necesario que haya justicia, que lo que pasó en la Brigada quede en descubierto y que sean condenados. Y que el tribunal pueda subsanar lo que pasó en la instrucción que quedamos separados la familia completa y que estaría bueno que se solucione y hacer todo en el mismo juicio”

A pesar de que toda la familia Lavalle Lemos estuvo en la Brigada de San Justo, sólo está imputado por los 4 casos el represor Hidalgo Garzón, mientras que el resto de los genocidas sólo están acusados por el caso de María Lavalle. Es por ello que la querella está intentando una ampliación de la acusación por todo el grupo familiar.

También declararó Alberto Oscar Manfredi, quien fue secuestrado en marzo de 1978 a la salida de una misa realizada en la catedral de San Justo en la que se pedía la liberación de una presa política, Cirila Benitez. Contó que fue secuestrado junto con Olga Araujo, María Amalia Marrón, Jorge Heuman y otros integrantes de la Junta Vecinal del Complejo Habitacional n° 17, del barrio de La Tablada. El sobreviviente pudo relatar las condiciones infrahumanas de detención a las que eran sometidos: la comida “incomible”, los calabozos ciegos, la tortura, que no los dejaban bañarse.

Además, contó que en las sesiones de tortura con picana había un médico presente monitoreando que no se “pasaran”. Y que la brigada estaba lindera a un colegio. Que podían escuchar los gritos de los niños jugando en el patio en los recreos, y que durante el horario escolar no había sesiones de tortura. Estas comenzaban cuando la escuela ya estaba vacía. Ahí entonces escuchaban los gritos, pero de los detenidos sometidos a golpes y a picana eléctrica. Recordó también el apodo de uno de los torturadores al que llamaban “Víbora”. 

Otro de los testimonios fue el de Nancy Rizzo, hija de José Reinaldo Rizzo que trabajaba en la fábrica metalúrgica CEGELEC en la que era delegado sindical de la UOM. Lo secuestraron de su casa el 17 de noviembre de 1976 y pasó cerca de 45 días secuestrado entre la Brigada de San Justo y luego fue trasladado a la Brigada de Avellaneda, junto con Ricardo Chidichimo y Ricardo Lafleur (que continúan desaparecidos) para el mes de noviembre de 1976.

Los restos de José fueron identificados en 2010 por el Equipo Argentino de Antropología Forense, luego de ser exhumados del cementerio de Gral. Villegas, de Isidro Casanova. Se pudo determinar que falleció el 31 de diciembre de 1976, junto con otras 4 personas, por heridas de armas de fuego, con quienes fue encontrado en la vía pública. Nancy tenía 11 años al momento del secuestro de su padre y pudo contar el secuestro en su precaria casa, la difícil situación que les tocó vivir a su madre y sus tres hermanos y su lucha por obtener justicia. [El Teclado]