23 Jul 2025 - Edición Nº3011
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EL TECLADO | Opinión  Martes 22 de Julio del 2025 - 18:40 hs.                60
  Opinión   22.07.2025 - 18:40   
OPINIÓN
Lo que la Kiss Cam mostró, pero el inconsciente ya lo había dicho
La consultora psicológica Paila Zabala escribe sobre el momento inoportuno en el cual la Kiss cam captó el abrazo de una pareja durante el concierto de Coldplay, que mostró una evidente incomodidad ante lo que sucedía. "¿Qué es ser infiel?", se pregunta.
Lo que la Kiss Cam mostró, pero el inconsciente ya lo había dicho
Lo que la Kiss Cam mostró, pero el inconsciente ya lo había dicho
Por: Paola Zabala, consultora psicológica

“Quién es tu nuevo amor, tu nueva ocupación, tu misterioso alguien?

A quien has ocultado de mí todo el tiempo

Para no matarme”  - Miranda


En un concierto reciente de la banda Coldplay, la Kiss cam o cámara del beso captó inoportunamente el abrazo de una pareja, en actitud romántica, que mostró una evidente incomodidad ante lo que sucedía. Incluso Chris Martín bromeó al respecto diciendo: o están teniendo una aventura o son muy tímidos. Lo cierto es que la escena se viralizó rápidamente revelando que el hombre era CEO de una reconocida empresa y la mujer la mujer una empleada de recursos humanos de la misma firma, ambos casados con otras personas. En segundos el video se difundió y lo que era un momento íntimo se volvió un espectáculo público. La noticia expuso una infidelidad que muchas veces logra mantenerse en las sombras durante algún tiempo. La pregunta es: ¿por qué mostrarse así en un evento multitudinario? La respuesta no está en la lógica, el Inconsciente no calla cuando algo oculto se vuelve emocionalmente insoportable. Cuando la disonancia entre lo que decimos y lo que hacemos se agranda, aparece un acto fallido que lo expone.

¿Qué es ser infiel? ¿Es un hecho físico, un encuentro sexual? O comienza mucho antes, en las conversaciones que se evitan, en el distanciamiento emocional?

Desde una mirada psicológica, la infidelidad es la ruptura de un pacto de exclusividad, sexual, afectivo o de ambos.  Lo interesante es que hombres y mujeres suelen percibirla de distinta forma. Numerosos estudios revelan que las mujeres perciben de manera más amenazante la infidelidad emocional, el hecho de que su pareja se conecte afectivamente con otra persona. En cambio los hombres tienden a considerar como un hecho más grave la infidelidad sexual, quizás por constructos patriarcales que tienen que ver con la exclusividad sexual como parte de su autoestima. 

En este caso la pareja expuesta, no sólo rompía un compromiso afectivo sino que elegía hacerlo visible en una situación esperable en una relación de novios pero no de amantes. La elección de mostrarse juntos en un espectáculo masivo como un recital no es ingenua, tiene algo de grito silencioso, deseo de verdad, o tal vez de provocación.

Otro aspecto importante de la infidelidad es que también hombres y mujeres nos diferenciamos a la hora de actuar frente a ella.  Aparece como un flash en mi cabeza una frase de mi querido Sabina: “los hombres engañan más, las mujeres, mejor”. Muchos hombres intentan luego de incurrir en adulterio, volver con su pareja, apelando a una disociación entre lo físico y lo emocional, recurriendo a la trillada frase: “no significó nada”.  Vale aclarar que las mujeres actuamos de manera distinta, cuando elegimos ser infieles probablemente hayamos tomado distancia emocional de la relación de forma anticipada, no se trata sólo de un impulso, sino de una señal de que el vínculo afectivo ya está roto. “Mientras que muchos hombres tienden a querer volver después de una infidelidad, convencidos de que fue solo un desliz, las mujeres, cuando cruzan ese límite, ya se han ido emocionalmente y rara vez miran atrás.”

¿Es el fin o el principio?

Es importante aclarar que no todo engaño marca el final de una historia. A veces paradójicamente una infidelidad puede ser un primer acto de honestidad, porque obliga a poner sobre la mesa cuestiones que veníamos esquivando. Una situación dolorosa que nos pone frente a la obligación de elegir: ¿nos repensamos, nos reconstruimos? O bien, terminamos acá.

Claro, no siempre y no todas las parejas lo logran, no todos los vínculos resisten. Pero ciertamente una infidelidad puede ser un llamado brutal a hablar con la verdad. A veces paradójicamente abrir una conversación que quizás estaba pendiente hace tiempo.  Y en un mundo donde cada vez cuesta más encontrarnos, exponernos, mostrarnos vulnerables, mirarnos a los ojos, tal vez, reflexiono, valga la pena preguntarnos: ¿quiero vivir en piloto automático, o ser fiel a lo que siento? 

Más allá del morbo, el episodio invita a una reflexión más profunda: ¿es más importante mantener la fidelidad o vivir lo que sentimos que queremos hacer? Schopenhauer, en su visión cruda de la existencia, sostenía que una vida auténtica es aquella que reconoce el sufrimiento como parte inherente del vivir, y no se esconde tras apariencias. En ese sentido, ¿es la infidelidad un acto de traición o una expresión —torpe, quizás— de una verdad emocional que ya no puede reprimirse? Mientras la sociedad condena el engaño, también castiga la honestidad brutal. Tal vez, el verdadero dilema no sea moral, sino existencial: ¿vivimos para cumplir con lo que se espera de nosotros o para ser fieles a lo que realmente sentimos, aunque eso implique romper lo establecido? 

En tiempos donde se valora cada vez más la autenticidad emocional —vivir lo que sentimos, aunque incomode—, también es necesario hablar de su contracara: la responsabilidad afectiva. Ser auténtico no significa actuar impulsivamente sin medir las consecuencias en el otro. Porque ser fiel a uno mismo no debería ser excusa para herir sin cuidado. La madurez emocional está en encontrar ese equilibrio incómodo entre el deseo y el deber, entre lo que sentimos y lo que prometimos.

La intencionalidad de este artículo versa sobre la infidelidad como síntoma. Tal vez lo que realmente quiero hacer es  una invitación: a hablar antes de que duela, a mirar antes de perder, a elegir cada día aunque cueste. A recordar que el amor no se descuida, que se cultiva, se conversa, se sostiene. Y que, a veces, con coraje y con verdad, se puede volver a empezar, incluso después de terremotos emocionales como estos.






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