Por Diana Broggi y Aime Lescano *
Se cumplen 10 años de uno de los hitos más grandes de los feminismos en la Argentina, el surgimiento del movimiento Ni Una Menos. Fuerza transformadora, potencia contra la crueldad de los femicidios, plataforma político-cultural transversal y escuela en las luchas por la igualdad de géneros. Los efectos y las transformaciones en esta década han sido inmensos y poner en valor este recorrido también es visibilizar sus alcances, sus cruces, los procesos de transversalización y las intersecciones posibles, para dimensionar para dimensionar tanto las apuestas realizadas como aquello que aún nos falta lograr.
Pensando en clave de salud mental, esa transversalidad feminista que abrió el Ni una Menos fue una suerte de catalizador subjetivante. Abrió paso a los pliegues de una nueva conciencia, aportando formaciones y perspectivas irreversibles que hoy constituyen un piso fértil sobre el cual seguir construyendo: desde una mirada que comprende la interseccionalidad de las opresiones y abre caminos a cada paso por la inclusión y la igualdad, hasta la posición ética en la escucha activa. El Ni Una Menos como escuela, nos aportó también en clave de salud mental mostrándonos la potencia de la creatividad que podemos darnos para la visibilización de problemáticas en diferentes niveles, la potencia de hacer de los trabajos de duelo distintas formas de atravesar el dolor, no en soledad, no desde la venganza. Siempre desde la reparación, la justicia, la prevención y la lucha incansable para que la crueldad no se reproduzca.
Hoy la escuela del Ni Una Menos frente a la crueldad de los femicidios, se amplía en métodos y convocatoria. Reunir sectores, abrazar luchas. La motosierra de Milei tiene efectos materiales y simbólicos que amenazan con llevarse puesto absolutamente todo. Las resistencias en este sentido implican la posibilidad de no dejarse vencer por el cansancio, recuperar las genealogías que nos trajeron hasta acá. Entender así, la potencia de estar en unidad en las calles, la potencia de la unidad en y de las luchas. Porque así como decimos que no hay Ni Una Menos, sin Salud y Salud mental es porque necesitamos defender al Hospital Bonaparte, el Garrahan, como emblemas del ataque masivo al sistema de salud público. Defender a las universidades como apuestas de les jóvenes que transitan sus aulas por sus proyectos de vida, por imaginarse otros mundos en este mundo. Por nosotras/os/es como docentes y trabajadores y trabajadoras de la salud y la educación, pública, gratuita y laica. Por los y las jubilades, porque sin jubilaciones dignas tampoco hay Ni Una Menos.
La lista es más extensa pero el foco es claro: unir las luchas, tramar nuevas formas de sostén y cuidado colectivo. Desde ese primer Ni Una Menos en junio del 2015 al mes de mayo de este año, se registraron 2827 femicidios en Argentina, lo que equivale a uno cada 31 horas según el Observatorio “Ahora Que Sí Nos Ven”. Al menos 2507 niñes quedaron huérfanes, es importante destacar este dato para dar cuenta del impacto intergeneracional de las violencias. En lo que va de 2025, ya hubo 108 femicidios, en un contexto de desmantelamiento de políticas públicas y negacionismo estatal que agrava las violencias estructurales. La Ley 26.485 reconoce la violencia psicológica como una forma específica de violencia por motivos de género. Los datos del 2024 de la Oficina de la mujer de la Corte Suprema de la Nación, registran más de 18 femicidios por mes en todo el país. 228 víctimas de femicidio directo. Esta y otras tipificaciones que el marco normativo argentino establece, y que son conquistas de las luchas feministas, son herramientas clave para defender derechos y actuar ante situaciones de vulnerabilidad, siempre desde una perspectiva interseccional.
Tenemos claro que la salud mental cumple un rol central en los procesos de salida de las violencias. Las personas en estos procesos suelen atravesar altos niveles de manipulación, aislamiento y confusión. Por eso, poder decir es el primer paso. En la formación en Psicologia desde el feminismo hay dos consignas son guías: “El silencio no es salud” y “Ya no nos callamos más”. El Ni Una Menos, desde una perspectiva de salud mental, trabaja en estas coordenadas: en la potencia del enunciar, de nombrar el malestar y las violencias, de poner en palabras lo que oprime para abrir caminos de libertad.
La escuela Ni Una Menos es potencia de sublimación, es la posibilidad de dar la batalla cultural y pelear por mejores condiciones materiales, es la solidaridad ante todo. En un mundo hostil, del sálvese quien pueda y de lo individual intentando reinar existencias, las claves y las coordenadas que elegimos para la vida y para pensar una salud mental posible están en lo comunitario, en lo situado, en la política de la empatía, en el valor de los vínculos y las redes, en todo ese tesoro inmenso que hemos construido en décadas de lucha los feminismos en la Argentina y convidado al mundo.
Se ve, se identifica, se dice, se enuncia, se comparte con otres, se escucha, se organiza algo en torno a eso, se hace, se producen movimientos. Organizarse es mucho más que dejar de estar sola, es saberse acompañada y que se puede decir “ me pasa, me esta pasando esto, me paso lo otro” sin el estigma o la sospecha de la locura porque “ hermana yo si te creo”.
También el NUM abrió la puerta a los varones, y la posibilidad de replantear las masculinidades, hablar de lo que les pasa en otros términos, identificar los mandatos patriarcales que también les afectan. Hablar de la capacidad de enunciación en términos feministas y de salud mental, podria ser un posicionamiento ético político y una invitación a consistir las prácticas “psi” de una manera incluso más profunda, más situadas. Para enunciar hace falta identificar y ver, ser escuchade, escuchar, y a veces la ausencia de formación con perspectiva de género y diversidad en muchas profesiones impacta directamente en las posibilidades de abordajes integrales frente a las violencias.
NUM es entonces expresiones de lucha, acciones y reivindicaciones concretas, es la visualización ineludible de que la contracara de las violencias son las desigualdades. Por eso la construcción de programas para prevenirlas, sancionarlas y erradicarlas abarcan planos que van desde la prevención, la asistencia, la reparación, a la demandas claves en el plano económico sobre el efecto de la deuda en las economías de mujeres y LGTTBI+, las injusticias cotidianas y arrasadoras sobre nuestras vidas ante un poder judicial que responde directamente a lógicas que acentúan las vulnerabilidades, o la importancia de tener un sistema integral de cuidados. Puntos programáticos que son hojas de ruta, que se orientan directamente desde el deseo, el sueño y las luchas por un mundo más igualitario, gobierne quien gobierne, donde las mujeres y LGTTBi+ no tengamos que pedir que dejen de matarnos.
(*) Aime Lescano es Prof. y Dra. en Psicología y Directora de género y diversidad de la Facultad de Psicología de la UNLP; y Diana Broggi es Lic. en Psicología y Prosecretaria de Salud Mental y Derechos Humanos de la Facultad de Psicología de la UNLP.