En los viajes retro no solo se valora el destino final, sino el viaje en sí: la conducción tranquila, la comunicación fluida con la gente y la ausencia de complicaciones
En este artículo, veremos qué compone un viaje retro inspirado en los años 70: desde vehículos y rutas hasta hoteles, cafés e incluso acompañamiento musical. Te contamos cómo se recrea la atmósfera de aquella época y por qué cada vez más gente elige esta forma de viajar en el siglo XXI
Viajes retro: Cómo es el turismo de los años 70: desde el transporte hasta los hoteles
En un mundo en rápida evolución y dominado por la tecnología, muchas personas sienten una fuerte necesidad de volver a épocas que se consideraban más simples, más auténticas y emocionalmente ricas. Esta nostalgia por el pasado se manifiesta en varios aspectos de la vida moderna, desde la moda hasta la música, pero uno de los fenómenos más interesantes es el auge del turismo retro. Viajar, no sólo para cambiar de lugar sino también de época, se ha convertido en una experiencia deseable para quienes quieren escapar de la era digital y sumergirse en la estética, el ritmo y la cultura de décadas pasadas, especialmente la de 1970.
Junto al equipo de balloon gaming analizaremos en detalle cómo se formó esta tendencia: qué medios de transporte reflejan mejor esa época, qué hoteles reproducen el estilo de los años 70, qué comía la gente, cómo vestían los viajeros y qué entretenimiento buscaban.
Una de las primeras señales de un auténtico viaje retro está en cómo nos movemos. Durante los años 70, el automóvil era símbolo de libertad. Los modelos como el Volkswagen Escarabajo o la icónica furgoneta Kombi simbolizaban el espíritu hippie y de comunidad. Hoy, alquilar estos vehículos o incluso subir a réplicas adaptadas para el turismo, se convierte en una experiencia inmersiva que transporta al viajero a una carretera de otra época. Además, empresas especializadas ofrecen tours en autobuses restaurados de los 70, con música en cassette, tapicería de colores vibrantes y paradas programadas en lugares históricos.
Pero no solo la carretera era protagonista: los trenes también formaban parte del encanto. Viajar en ferrocarriles con compartimientos decorados con madera, cortinas floreadas y asientos tapizados en terciopelo era habitual en los 70. Algunos recorridos turísticos en la actualidad han rescatado estos vagones históricos, permitiendo revivir la experiencia ferroviaria clásica. Esta forma de viajar, más pausada y contemplativa, ayuda a que el trayecto se convierta en parte esencial del viaje, no solo en un medio para llegar al destino.
Al llegar a destino, el ambiente debe seguir respirando años 70. La arquitectura de hoteles retro, con sus líneas geométricas, colores tierra, alfombras de pelo largo y lámparas esféricas, construye una atmósfera envolvente. Muchos alojamientos temáticos han restaurado edificios originales o diseñado espacios inspirados en esa década para ofrecer una experiencia coherente desde la entrada hasta las habitaciones. El papel tapiz psicodélico y los muebles de madera oscura o plásticos de colores intensos transportan a los huéspedes a un pasado tangible.
En las calles, algunos barrios conservan fachadas, letreros y escaparates que no han cambiado desde hace más de 50 años. Otros destinos han recreado zonas completas con estética de los años 70, incluyendo fuentes, cabinas telefónicas y señales de tránsito de época. Caminar por estos lugares genera una sensación de película antigua, donde el visitante deja de ser espectador y se convierte en protagonista de una historia ambientada en otra era. Así, el entorno urbano se vuelve parte activa del viaje retro, más allá del hotel.
La indumentaria no es un detalle menor. Para muchos viajeros, vestirse con ropa de los años 70 es parte indispensable de la inmersión. Pantalones de campana, camisas de estampados psicodélicos, gafas redondas y accesorios de cuero hacen parte del atuendo típico. Al vestir como lo hacían los turistas de esa época, se revive no solo una estética, sino una actitud: despreocupación, autenticidad, libertad para expresarse sin filtros. Incluso hay quienes preparan sus maletas con prendas exclusivamente retro o alquilan vestuarios a la llegada.
Pero también el comportamiento cambia. El turista setentero disfrutaba de los viajes sin apuros, valoraba las conversaciones con desconocidos, y fotografiaba momentos con cámaras analógicas sin ver el resultado al instante. Reproducir esta actitud significa apagar el celular, dejar de buscar wifi y dejarse llevar por el momento. Algunos alojamientos incluso prohíben el uso de tecnología moderna para reforzar la experiencia. De esta forma, el turismo retro se convierte en una práctica que trasciende la apariencia y busca revivir una manera distinta de estar en el mundo.
Salir por la noche en un viaje retro también tiene su encanto especial. Muchos destinos han recuperado discotecas con bolas de espejos, luces de neón y pistas donde suenan los grandes éxitos de ABBA, Bee Gees o Donna Summer. Bailar música disco vestido como en los años 70 no solo es divertido, sino también terapéutico: permite desconectar, liberar tensiones y conectar con una alegría simple y contagiosa. Algunos complejos turísticos incluso organizan noches temáticas con concursos de baile y bebidas preparadas con recetas clásicas.
Además del baile, el cine también era parte importante del ocio. Algunos hoteles y centros culturales proyectan películas en formatos originales de la época o crean autocines con coches antiguos. También hay eventos que recrean fiestas caseras con vinilos, juegos de mesa de los 70 y comida típica como fondue o bocadillos de la época. Estas actividades, al integrarse en el paquete turístico, permiten al visitante disfrutar de un ocio más participativo, donde el pasado cobra vida no solo como recuerdo, sino como experiencia activa.
Existen lugares que parecen detenidos en el tiempo. Ciudades pequeñas que no han modificado sus calles, pueblos con estaciones de gasolina antiguas o cafés que aún sirven con vajilla esmaltada. Algunos destinos han aprovechado esta autenticidad para convertirse en verdaderos santuarios del turismo retro. En Europa, ciudades como Berlín, Lisboa o Nápoles ofrecen barrios enteros donde se respira la estética setentera. En América Latina, lugares como Valparaíso o Guanajuato combinan arquitectura y ambiente que evocan décadas pasadas con naturalidad.
Además, agencias de viaje han creado paquetes especialmente diseñados para los amantes del pasado: desde recorrer la Ruta 66 en un auto clásico hasta hospedarse en moteles temáticos que replican el ambiente de los años 70. Estas rutas no son sólo geográficas, sino también emocionales. Permiten reconectar con recuerdos propios o heredados, revivir historias familiares o simplemente descubrir un estilo de vida menos frenético. Así, el viaje retro se transforma en una forma de conocimiento y descubrimiento personal.
Viajar al estilo de los años 70 no es solo una moda pasajera, sino una manera consciente de replantear cómo y por qué nos movemos. En una era saturada de estímulos digitales, elegir la lentitud, el detalle y la estética de otra época puede ser una forma de resistencia cultural. La nostalgia, lejos de ser una simple añoranza, se convierte en una herramienta para comprender mejor el presente y diseñar experiencias de viaje más humanas, sensoriales y memorables.
Los viajes retro permiten una inmersión completa, no solo en espacios físicos sino también en una mentalidad. Al apagar el teléfono, usar una cámara de rollo, subir a un tren antiguo o vestirse como lo hacían nuestros padres o abuelos, se activa una sensibilidad distinta. El turismo deja de ser consumo rápido y se convierte en narrativa personal, en relato vivido. En ese sentido, el estilo de los años 70 no es solo una decoración, sino un punto de partida para redescubrir el placer de viajar con todos los sentidos.