14 Oct 2024 - Edición Nº2729
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EL TECLADO | Opinión  Lunes 08 de Enero del 2024 - 10:41 hs.                1423
  Opinión   08.01.2024 - 10:41   
NOTA DE OPINIÓN
Gauchito Gil y la fuerza contra el fascismo
Celebrar al Gauchito con sus valores, su historia y representación popular. En un contexto de donde hay un “ellos” que es el gobierno nacional frente a un “nosotrxs” que somos como pueblo. Recuperar la potencia de nuestro santo pagano para visualizar y saber todo lo que tenemos, así como también lo que ellos no tienen y nunca entenderán ni tendrán.
Gauchito Gil y la fuerza contra el fascismo
Por: El Teclado

 Por Diana Broggi


Este 8 de enero en la Argentina, nos encuentra recuperando la mística de Antonio Gauchito Gil en un contexto hostil y muy difícil como pueblo, con un gobierno tirano, violento, hambreador, entreguista. Talvez con más razón se pueda decir que el gaucho está presente todos los días en cada altar de hogar, de barrio, de ruta, en estampitas, estatuillas y tatuajes, y representa también unión de fuerzas para la resistencia contra el fascismo en nuestro territorio. 

No solamente porque que hay lugar y es necesaria la espiritualidad, la mística en la lucha y en la creación de algo nuevo, sino porque también anidan allí tesoros subjetivantes para la transformación. La magia que une el creer y el hacer, tiene potencia terrenal en lo que se explica y en lo que no, en ese mundo de fuegos presentes y por venir, en cada elemento que compone la mística del Gauchito Gil, como deseo motor, que mueve y que arma (como bien sabemos las feministas populares) y que los fachos no solo nunca entenderían sino que además nunca tendrán.  Humildemente vamos a recorrer algunos elementos de esta hermosa cartografía roja. 

Lo popular, ellos no entienden  

Los rituales en las celebraciones del 8 de enero, en la festividad, son principalmente un encuentro popular que reúne y se destaca. La música, los bailes, las imágenes, la comida, el vino, los agradecimientos, las promesas, son una manera de compartir como una forma de vida. 

En lo popular hay encuentro, hay manada, eso de juntarse es lazo real y es hermoso reconcerse allí. Hay Territorio, porque la imagen de quien supo ser trabajador rural Antonio Mamerto Gil Núñez, expresa una profunda territorialidad. Desde Mercedes (Corrientes) a cada celebración local y federal, en los caminos de tierra, en las rutas está ahí acompañando caminos.   Hay Símbolos patrios, banderas argentinas, banderas provinciales, banderas rojas, visten las fiestas del Gauchito. En las antípodas están los negadores de nuestros símbolos y de nuestra cultura, quienes deciden hambrear al pueblo y no podrían encontrarse o estar verdaderamente en un lugar, en una celebración popular así. 

Lo Sagrado, ellos no saben

El valor de lo que es sagrado tiene una profundidad espiritual que no es compleja, es simple pero requiere respeto y compromisos.  No son solo las creencias, es el respeto por la vida, por lo humano, lo animal, lo natural, la madretierra. 

El amor por sobre todo, es de lo más sagrado que el Gauchito nos enseña y nos da. Un amor del bueno, de ese que es para apasionarse y construir, para romper idealizaciones y simplemente amar: a una persona, a lo que haces, a tus amigxs, a la familia que elegís y haces, amar las luchas, amar en las victorias y en las derrotas. El amor es sagrado y también es simple. 


En la reivindicación de este lenguaje, hay que decir que la distancia con el fascismo no es solo de otro idioma, porque para quienes profanan valores constantemente, militan desde el odio y la crueldad, lo sagrado es desconocido, está por fuera de sus radares vitales. 

Sin embargo como pueblo, esa profundidad sagrada no se explica y sin embargo nos regula, como una magia solvente que tarde o temprano nos hace defender lo común, lo valioso,  en cada lugar, en cada tiempo nuestro. 

El valor a la palabra, para ellos no existe 

A quienes seguimos al Guachito Gil también se nos dice promeseros/as/es. Las promesas están hechas de palabras comprometidas, implica ser consecuente con ellas en las acciones, en la realidad. Se trata de darle valor a la palabra y hacer lazo espiritual con ella. Intencionar, pedir, agradecer supone expresar, decir. 

 Elegir creer también es que para que las cosas sucedan, algo hay que hacer. Hay una cultura del esfuerzo pero no entendida como meritocracia, sino como acción positiva. Está en activar y hacer movimientos individuales y colectivos, en hacer honor a la palabra expresada.

Estamos frente a gobenantes que mienten descaradamente a diario, que corrompen sus relatos en cada acción y pareciera no importar. Un ejemplo de la ruptura de la palabra es lo que sucede con el significante libertad, utilizado como slogan o marketing partidario por el fascismo. Al mismo tiempo con acciones en la realidad (DNUs, Ley Ómnibus) se la intenta cercenar poniendo en jaque la Democracia.  Tenemos claro que sin democracia no hay libertad, pero para ellos el valor o el profundo significado de una palabra no existen. 

Lo comunitario, ellos no tienen 

Si hay algo que resiste toda prueba es que, tal como se aprende en la calle: la vida y el hacer comunitario entraman de verdad. Es una escuela.  Si se parte de las necesidades que se imponen, sean cuales sean, de una forma u otra se resuelven. Si se mira como es, en la vida común el individualismo se parte en dos, en tres, nadie se queda ni se salva en soledad.  Y cuando el Estado está presente, se potencia esa trama, se refuerzan las redes, y se garantizan derechos más eficazmente gracias al modo en que se promueve el acceso.

En la historia del Gauchito, el lazo comunitario articula todo, se ayuda incluso al verdugo cuando este se arrepiente.  En la vida cotidiana, el vínculo de ayuda posible establece una confianza y un conocerse, en los buenos o en los malos momentos, con errores y aciertos, en la posibilidad de organizarse en la diversidad común. 

Sin embargo a quienes traicionan para siempre, no les importe que haya personas que queden sin trabajo, o no tengan para comer, e incluso promuevan que eso suceda, difícilmente puedan ayudar, empatizar, pensar y hacer colectivamente, estando en el mundo en singular y en plural. 

La fuerza, es nuestra 

Del cielo, de la tierra, de la lucha y de la organización, de la historia y de los pueblos:  la fuerza es nuestra. Y porque el Gauchito es nuestro, es popular, esa fuerza también lo es. 

Lejos de ser fuerza idealizada o  altruismo de la voluntad, es la fuerza espiritual que se materializa en aquello que necesitamos para unir y para seguir, para enfrentar, para resistir y crear. Es una pertenencia identitaria en el defender lo nuestro como idea soberana, es tener rituales de organización para atravesar el dolor y encontrarnos en las trincheras, y en los refugios. 

Por eso este 8 de enero renovamos las promesas y abrazando a nuestro Gauchito Gil, nos encontramos donde estemos para multiplicar su imagen en el latir de esa fuerza. 



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