María Laura no recuerda muy bien en qué momento empezó todo pero sí sabe que lo que en principio fue un interés por el ejercicio físico y la alimentación sana pronto se volvió una obsesión, que comenzó a evitar las salidas a comer en grupo y que con 18 años restringió tanto la ingesta de alimentos que se le retiró la menstruación.
Tatiana cuenta que a los 13 años era una chica extremadamente perfeccionista y exigente consigo misma, muy insegura, que no tenía buena comunicación con sus padres ni disfrutaba de las salidas con sus amigas. De repente comenzó a contar las calorías de todo lo que comía y a saltearse comidas con el objetivo de adelgazar.
A María Laura y a
Tatiana les diagnosticaron anorexia, un trastorno de la conducta alimentaria
(TCA) que se caracteriza por una restricción al máximo en la ingesta de
alimentos y un exceso de actividad física.
Tanto la anorexia como la bulimia -identificada por los atracones de comida seguidos de vómitos o consumo de laxantes para contrarrestar lo ingerido- son patologías psiquiátricas en las que hay una fuerte distorsión de la imagen corporal. Ambas prevalecen en la adolescencia, especialmente entre las mujeres (la tasa es de 1 varón por cada 7 mujeres) y, si bien están históricamente asociadas al culto al cuerpo joven y delgado, las causas reales son más bien internas y tienen que ver con múltiples factores.
Mara Fernández,
psicóloga especialista en TCA, asegura que “se trata de trastornos del tipo
neuropsicológico que se componen por 4 factores: genético, psicológico, social
y familiar”.
“El genético
-explica a El Teclado- refiere a si algún familiar padece o padeció un
trastorno de este tipo; el psicológico tiene que ver con el tipo de
personalidad, con traumas de la infancia, estrés temprano, duelos no resueltos,
entre otros”.
“El factor familiar -continúa- está vinculado a lo que representan el cuerpo y la comida para esa familia: si comen juntos, si comparten los mismos alimentos, si hablan de lo que pasa en los medios y critican los cuerpos ajenos. Y el social -que muchas veces funciona como detonante o disparador- se refiere a la cultura, a cómo influyen las redes sociales y los cuerpos hegemónicos en el psiquismo de la persona”.
Para Mabel Bello,
directora médica y fundadora de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (ALUBA), “el 40% de los trastornos alimentarios actuales tienen que ver con la
genética y el 60% con cuestiones sociales”.
¿Qué sería un
factor genético en este caso? “Un padre o madre que se enoja muy rápido y un
padre o madre que es excesivamente ordenado y prolijo predisponen para la
patología alimentaria”, responde Bello a El Teclado.
De acuerdo a ALUBA,
quien padece anorexia tiene un miedo intenso a engordar, por eso restringe al
máximo la ingesta de comida y realiza ejercicio físico en forma excesiva. Suele
ser una persona autoexigente, irritable y puede aislarse socialmente. A la hora
de comer, tiende a elegir las porciones más pequeñas, a cortar los alimentos en
trozos muy chiquitos, a masticar lentamente y esconder, escupir o tirar la
comida.
Quien tiene bulimia puede manifestar episodios recurrentes de voracidad seguidos de conductas purgativas o compensatorias -provocarse el vómito, hacer actividad física en exceso o utilizar laxantes-; tiende a ser una persona hiperactiva, impulsiva, con baja tolerancia a la frustración, con oscilaciones entre la autoexigencia y el abandono, entre la euforia y la depresión. Además, suele cortar la comida en trozos grandes, comer con apuro, casi sin masticar o bien comer a escondidas.
Estereotipos de
belleza con cuerpos inverosímiles -en la actualidad distorsionados digitalmente
gracias a la tecnología-, leyes de Talles sancionadas a nivel nacional y
provincial hace más de una década que no se cumplen, antiguos mandatos de
belleza y perfección que recaen especialmente sobre las mujeres… Obviamente, no
basta con que las modelos sean flacas y desgarbadas; la realidad es que ninguna
niña o adolescente se enferma sólo por querer parecerse a una referente
mediática.
Mabel Bello señala
al respecto que “si bien se asocia el cuerpo delgado al éxito, ése no es el
motivo por el cual las chicas dejan de comer. Dejan de comer porque tienen
miedo a crecer, miedo a vivir”.
“En la
adolescencia, cuando tienen que definir el futuro de su vida, en muchos chicos
aparece el miedo a las responsabilidades, a ser rechazados, a no ser aceptados
por la sociedad y eso estimula su conducta anoréxica”, agrega.
Mara Fernández
coincide en que los TCA “tienen que ver con dejar de ser niño para ser adulto,
con el hecho de tener que asumir responsabilidades y hacerse cargo de uno mismo
y de su propio proyecto de vida, con darse cuenta de que hay cosas que ya no
pueden resolver mamá y papá”.
Un ejemplo típico es el de la niña que pasa de la pubertad a la adolescencia. “En esta etapa muchas interpretan que el ensanchamiento de caderas y de busto propios de la edad significan aumento de peso. Si no quieren enfrentar esa situación, empiezan a descender de peso voluntariamente”, sostiene la psicóloga.
Con alrededor de un 15% de su población afectada por estas enfermedades -según estimaciones extraoficiales-, Argentina se encuentra entre los 3 países con mayor cantidad de casos de desórdenes alimentarios, detrás de Japón y Corea del Sur. "Sabemos que la anorexia es una de las primeras causas de muerte adolescente pero no tenemos un relevamiento de cuántas se producen por año porque no hay estadísticas oficiales", dice Fernández.
Las dos profesionales consultadas aseguran que las personas con bulimia o anorexia pueden recuperarse. "Son patologías absolutamente curables; lo que hay que revertir es la cultura del miedo", afirma Bello.
Fernández acota que
“estas patologías se rehabilitan. Son enfermedades similares a las adicciones
porque la persona queda para siempre con la posibilidad de tener una recaída
-nunca deja de pensar en torno al cuerpo y la comida-, pero con un tratamiento
va a contar con las herramientas para afrontar los momentos de crisis”.
Los tratamientos
son inter y multidisciplinarios: intervienen psicólogas/os, psiquiatras,
nutricionistas y, muchas veces, otro tipo de profesionales como cardiólogos/as.
Con casi 4 décadas
de experiencia en la materia, Bello está convencida de que “lo que cura es el
grupo de autoayuda, estar con otras chicas que comen, lo que demuestra que se
puede comer y ser saludable”.
La especialista egresada de la Universidad de Buenos Aires sostiene finalmente que “la pandemia aumentó muchísimo el número de casos, sobre todo porque la mayor parte del tratamiento pasó a formato virtual y este tipo de tratamientos nunca puede ser virtual, tiene que ser presencial para producir un verdadero cambio”. [El Teclado].