Personas que se enamoran de más de una en simultáneo,
parejas monogámicas que se abren a experimentar nuevos vínculos sexo-afectivos,
triejas (relación romántica entre tres)… Los años pasan, el mundo cambia y con
él también los patrones culturales dominantes.
Relaciones abiertas, amor libre y poliamor, distintas
denominaciones –y no las únicas- para nombrar a las ¿nuevas? formas de
vincularse que cuestionan la monogamia, esa estructura que hace siglos sostiene
a la unión conyugal en Occidente.
“Para mí esto es una postura política”, define Jessica Soledad Castaño (41), que vive
en la zona sur del conurbano bonaerense.
Jessica –Jess- se vincula amorosamente con más de una
persona pero actualmente no convive con nadie.
“Para mí el poliamor tiene una fundamentación muy atravesada
por los feminismos, tiene que ver con cómo pienso las relaciones y cómo
entiendo la libertad de todas las personas con las que me vinculo, incluso de
amigues y familia”, explica a El Teclado.
A los 30 y pico, Jess ya había pasado por convivencias y
matrimonios. “Había probado la monogamia y había comprobado que no me
funcionaba ni a mí ni a la gente que se relacionaba conmigo”, dice.
Una pareja le planteó qué podría suceder si ya no se
prometían exclusividad afectiva. Buscó en la web y se encontró con que había muchas
personas haciéndose las mismas preguntas.
A lo que sintió en ese momento lo describe como “un
vértigo”.
“Hoy mis vínculos son de distinta intensidad, hay personas
con las que tengo más cotidianeidad que con otras, con las que, tal vez por una
cuestión geográfica, me veo menos. Pero cada vez que inicio una nueva relación
pongo esto en palabras: hay otros vínculos”, asegura.
¿Cómo se lidia con los celos, ese sentimiento tan terrenal
como incómodo y antipático?
Jess comenta que “los celos pueden existir y los podemos
transitar. El tema es cuánto nos arrastran a reaccionar. La clave es que esos
celos no condicionen el actuar de la otra persona”.
En ese sentido, propone que “si aparecen los celos, está
bueno expresarlo, ponerlo en palabras y que la otra persona sepa lo que nos
pasa”.
Y es que para mantener vínculos poliamorosos es imprescindible
una buena comunicación: la verdad, la honestidad y la libre elección son
fundamentales.
“El poliamor tiene una fundamentación muy atravesada por los feminismos, tiene que ver con cómo pienso las relaciones y cómo entiendo la libertad de todas las personas con las que me vinculo, incluso de amigues y familia”. (Jess Castaño)
Jess relata en ese sentido que “las formas de llevar
adelante una relación no monogámica son casi tantas como personas somos en el
mundo, pero sí es necesario asegurarse que todas las personas implicadas estén
al tanto de lo que sucede, de que haya una buena comunicación”.
“El amor libre se basa en
la honestidad, el consenso, el consentimiento, en no presuponer que las
personas son de nuestra propiedad”, explica desde Córdoba Deb Barreiro
(31).
Deb se percibe como agénero,
es coach de relaciones y activista de vínculos libres y diversos.
Hoy es parte de la organización “Amor Libre Argentina”, que busca visibilizar, difundir e informar sobre el amor libre y brindar herramientas a quienes tengan interés en la temática.
“En las relaciones de amor –en las relaciones en general- es
muy importante trabajar sobre la comunicación para construir vínculos éticos. Hay
toda una filosofía del cuidado de la otra persona. Bajo la ética relacional del
amor libre, uno de los elementos fundamentales es la comunicación asertiva.”, afirma
Deb a El Teclado.
Y agrega: “que quede claro que no estamos en contra de la monogamia; estamos en contra de la mononorma que plantea que la monogamia es la única manera posible de vincularse sexo-afectivamente y que niega cualquier otra opción posible por fuera de esa estructura relacional”.
Durante su adolescencia,
Deb mantuvo algunas relaciones monogámicas y a los 17 comenzó una relación
abierta. “Luego fui y vine varias veces de la monogamia hasta que en 2010 comencé
a practicar el poliamor. Fui mutando y abriéndome”, cuenta.
“El amor libre se basa en la honestidad, el consenso, el consentimiento, en no presuponer que las personas son de nuestra propiedad”. (Deb Barreiro)
Actualmente no convive con
nadie. “Hoy tengo a más de una persona en mi vida, a algunas las veo con más
frecuencia que a otras, lo que no significa que sean vínculos más o menos
importantes”, señala, y remarca: “Yo no uso la palabra pareja. A las personas
con las que comparto mi vida las llamo ‘compas’ porque nos acompañamos de distinta
manera en la vida”.
La monogamia plantea una relación sexo-afectiva entre dos personas de manera exclusiva. Pese a que continúa siendo la forma de unión más habitual en Occidente, ha comenzado a ser cuestionada en las últimas décadas.
Hugo Moviglia, urólogo y sexólogo clínico de La Plata, observa que “hoy en día hay una marcada caída de la monogamia, que en tiempos anteriores era el fin último de las parejas. Hoy las comunidades poliamorosas son cada vez más abundantes y forman parte de la vida vincular actual”.
“No hay que cometer el error de tratar de entenderlo, sino
de aceptarlo”, sostiene Moviglia a El Teclado.
Y analiza que “la lucha es contra los patrones culturales
fijos. La cultura judeo-cristiana nos asegura que el amor es para siempre, que
el casamiento es ‘hasta que la muerte nos separe’, que hay que tener un vínculo
estable, hijos, una casa”.
“Eso viene de la antigüedad y todo lo que no estuviera
relacionado con un encuentro marital de dos personas heterosexuales tenía mala
prensa. Por eso costó tanto la Ley de Divorcio y el Matrimonio Igualitario, y
por eso cuesta tanto entender la diversidad sexual”, añade el sexólogo.
Y concluye que “en el fondo se trata de ser feliz y de pasarla bien porque para eso estamos en este mundo, siempre y cuando no molestemos a nadie”.
Pero obviamente no todo es color de rosa. Alrededor de
estas nuevas formas de vincularse surge además toda una mitología, que –según
manifiestan quienes practican el poliamor- es necesario derribar.
“Mucha gente se imagina que somos los evolucionados,
el futuro, pero nosotros no somos más felices que mis viejos, que tienen una
pareja tradicional, de toda la vida. Yo no soy más feliz porque salgo con dos
minas y un chabón”, dice Juan Pablo
D’Orto (38), que convive con Cecilia, Florencia y Sebastián.
“Romantizar las no monogamias puede
ser un problema, imaginar que abrir la pareja va a ser una salvación, también”,
plantea ante la consulta de El Teclado, y amplía que “si vos tenés pocas aptitudes para
comunicar en tu pareja y abrís la relación, vas a tener más parejas con las que
no te sabés comunicar”.
Pablo y Cecilia están juntos desde hace 17 años.
Comenzaron teniendo un vínculo tradicional, monógamo, pero después de 5 años
empezaron a hablar sobre la posibilidad de conocer a otras personas. “Al
principio tuvimos algunas idas y vueltas, como todas las relaciones que se
abren”, cuenta Pablo.
“Romantizar las no monogamias puede ser un problema, imaginar que abrir la pareja va a ser una salvación, también”. (Pablo D'Orto)
Hace 10 años, al dúo inicial se sumó Sebastián y
hace 6, Florencia. En este cuarteto que vive en Ranelagh (partido de
Berazategui) no hay una pareja principal, todos y todas se vinculan entre
sí. Incluso crían en conjunto a un niño, hijo biológico de Florencia,
y tienen ganas de tener más hijos o hijas.
Hace algunos años, Pablo y Cecilia inauguraron un
espacio al que llamaron "Relaciones Abiertas". Allí coordinan cursos y
encuentros de formación para las personas que están incursionando en las
relaciones no monogámicas.
“Nosotros consideramos que no hay una sola forma de
vincularse. Hay gente a la que esto le queda incómodo y hay gente a la que la
monogamia le queda incómoda”, asegura Pablo.
Y cierra: “lo peor que se puede hacer es forzar alguno de los dos modelos”. [El Teclado].