En la provincia de Buenos Aires los árboles son protagonistas del paisaje y también de leyendas, poesías e historias que sorprenden a quienes las escuchan y le otorgan un encanto singular a estas verdaderas esculturas naturales.
El próximo lunes se celebra el Día Mundial del Árbol y tres municipios bonaerenses invitan a conocer su patrimonio forestal a través de distintos relatos.
La capital bonaerense fue diseñada a partir de las ideas urbanísticas de fines del siglo XIX, que incluían la planificación del arbolado público por los beneficios para la salud que implicaba.
En calles, parques y plazas de la ciudad habitan diferentes especies, tanto nativas como exóticas, que se han transformado en íconos.
“Los tilos de la avenida 7 fueron traídos desde Alemania cerca del año 1910. El viaje en barco tardó tanto tiempo que cuando llegaron al puerto de La Plata estaban secos y sin follaje. Según se dice, alguien tuvo la idea de llevarlos al vivero municipal, para plantarlos directo en la tierra y esperar a que sucediera el milagro: los árboles finalmente brotaron”, explicó Nicolás Colombo, autor del libro “Misterios de la ciudad de La Plata”, en la charla virtual organizada por el foro en Defensa del Árbol.
Durante el otoño, el bosque platense se tiñe de distintas tonalidades ocres. Una de las postales más hermosas son las hojas amarillas de los ginkgos biloba que se encuentran en el acceso al prestigioso Museo de Ciencias Naturales.
“Se trata de un sobreviviente fósil, único en su especie, no hay otro ginkgo que no sea biloba. Viene de la época de los dinosaurios”, detalló Colombo quien agregó que fueron donados por el emperador de Japón durante su visita en la década del treinta. Además el ginkgo es venerado en su país porque logró subsistir a la bomba de Hiroshima.
La hoja de roble europeo representa a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) porque es el símbolo que eligió Enrique Herrero Ducloux, primer doctor en química del país y docente de esta casa de altos estudios, a pedido del rector Joaquín V. Gonzalez.
“Bajo la sombra de este árbol vivía la diosa de la sabiduría, según la leyenda germánica que recordó por entonces Herrero Ducloux”, explicó el investigador. Los robles están ubicados en el ingreso al bosque, entre las avenidas 1 y 53, y fueron plantados allí en 1857 por Martín Iraola y Eduardo Miche.
Si bien los jacarandás son los protagonistas de la diagonales 73, en la plazoleta de diagonal 77 y calle 43 se encuentra “el único árbol de La Plata protegido a nivel provincial porque enfrente vivió el escritor Benito Lynch”, señaló Colombo.
“Así te bauticé pueblo mío/en recuerdo de mi abuelo/ que amó el árbol y regó su sueño (…)” escribió el poeta local Mario Grand en homenaje a su abuelo, quien amaba y cuidaba los árboles del lugar.
Con el avance del crecimiento urbano y la modernización, Marcos Paz se destacó entre las localidades que conservaron su arbolado originario en las veredas, característica que la convirtieron en “Ciudad del árbol”.
En las calles paceñas diferentes especies arbóreas, en su mayoría enormes plátanos, guardan la memoria local e imprimen un paisaje singular a este destino turístico de la Provincia.
"Si tomamos una foto desde arriba de la ciudad, se puede observar la preeminencia del verde que va desde la plaza central hacia cada punto rural del municipio", afirmó Marcelo Adrián Fuentes, subsecretario de Turismo y Recreación del distrito.
La historia del tala
El tala es un árbol típico de la costa bonaerense y en la región del Tuyú se pueden observar grandes extensiones de esta especie. Lucio Eber Jorge, personalidad del municipio de General Madariaga escribió sobre la leyenda de la fruta de tala.
Rahuie la pequeña hija de una familia originaria del pago, ingresó en un bosque de tala y jugando se alejó de su casa. Al llegar la noche, no supo tomar el camino de regreso. Su familia la buscaba en la oscuridad, pero al amanecer los árboles se iluminaron con los rayos del sol y encontraron a Rahuie comiendo la fruta del tala.
La leyenda sostiene que las personas que visitan General Madariaga y prueban esa delicia, no pueden abandonar el lugar.
Un día, cuando Don Juan Manuel de Rosas se dirigía hacia donde hoy está Adrogué, en la localidad de Rafael Calzada, partido de Almirante Brown, para visitar a su querido amigo Macías, pasó cerca de un árbol imponente que se destacaba en el paisaje. Detuvo su caballo y se sentó a tomar mate bajo la sombra del ombú.
El lugar era el patio de la casa de los Rincón, quienes conservan la bombilla que usó el “Restaurador de leyes” en esa ocasión. Se trata de una residencia singular porque, según la leyenda, también pasaron por allí soldados británicos en la época de las invasiones inglesas.
Estos árboles a través de sus anécdotas e historias alimentan el patrimonio natural y local que forma parte de la diversa identidad bonaerense.
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