En la cocina se huelen aromas irresistibles y se saborean historias de bisabuelas, abuelas y madres que transmitieron de una generación a otra su amor por este oficio artesanal.
Tres productoras de la provincia de Buenos Aires continuaron con esa tradición ancestral culinaria, y también se animaron a combinaciones novedosas, casi impensadas. Chocolate con queso azul, picante y palta, o dulces frutales con gin y cerveza, son algunas de las mixturas que deleitan paladares.
Mónica Blaiota vive en la ciudad de Lincoln y lleva adelante Rustiko´s Chocolates, un emprendimiento de bombonería de vanguardia que comenzó como hobby hace casi diez años, cuando se jubiló de la docencia.
Inspirada en la relación con su abuela, una inmigrante italiana de recetas mágicas, y en las horas de disfrute junto a ella, comenzó a investigar nuevos sabores, más allá de los clásicos bombones de licor y dulce de leche, y empezó a jugar de manera ingeniosa con el equilibrio entre colores y texturas.
La cocina laboratorio dio lugar al surgimiento de increíbles sabores como el alfajor de chili picante, en el que se equilibran de manera perfecta el dulzor, el calor del picante y el amargor de las tapitas especiadas. También nacieron allí los de pimienta, capuccino, frambuesa, café, fresco y batata.
Su nueva creación son los alfajores de gin con dulce de pomelo, jengibre y menta “para darle un picor especial”, que tienen la particularidad de las masitas especiadas cubiertas con chocolate semi amargo y un topping de pimienta roja, describió Noelia.
En Santa Clara del Mar, partido de Mar Chiquita, se encuentra “Armandine D’ Ozouville”, una propuesta familiar de alfajores caseros, licores, chutneys y mermeladas, a cargo de Susana López Araya.
El amor por el universo culinario atravesó varias generaciones. Susana contó que aún guarda las recetas escritas a mano por su abuela Suzanne y los libros de cocina de más de cien años de su abuela Margarite y su tatarabuela Armandine.
Gran parte de los productos que elaboran surgieron de esos recetarios de tradición francesa que, en algunos casos, adaptaron a una versión vernácula. Por ejemplo, reemplazaron la sidra normanda por la cerveza artesanal local.
Luego de probar con diferentes variedades de cerveza lograron la mermelada de esa bebida que se hace con la “rubia o roja, manzanas y unas notas de cítricos que le brindan contundencia”, detalló Susana. Su sabor suave le permite al paladar distinguir y disfrutar de la cerveza.
En cambio, para los chutneys se usa cerveza negra por tratarse de preparaciones muy especiadas, de un sabor intenso.
Tres mujeres decididas y consecuentes con sus deseos que revalorizaron sus saberes culinarios familiares, crean nuevos sabores y generaron sus propias empresas.